lunes, 23 de abril de 2018

A Roda

Allá por los setenta era rutina el caernos por bares y tascas al atardecer y mezclar los olores y sabores de los vinos con las notas del canto.

Era la llamada canción de taberna.

El hecho de criarme en una calle de bares por los sesenta, incluso vivir en un segundo encima de un bar, permitió que mis sueños infantiles fueran acunados por los cantos de ida y vuelta, las rumbas y habaneras, y algunas otras canciones traídas del repertorio de las corales en lengua gallega, así negra sombra que me asombras, unha noite na eira do trigo, o vivir en Vigo que bonito é , la bella lola y así iba encadenándose un repertorio que ya me resultaba familiar.

Eran voces de marineros y gentes de la coya que traían su lote o quiñón a venta en la madrugada o mediante trato lo dejaban a cambio de que les cocinaran sus raciones con vino incluído.

El acompañamiento instrumental era una improvisada percusión que aportaba la base rítmica y si acaso el lamento o plañido de una armónica que arrastraba sus notas en lo alto de la madrugada, con aires de blues a la gallega, como la caldeirada que les preparaban.

De esas métricas, modos, maneras y gustos heredó A Roda, grupo de canto incubado en ese útero tabernario, impulsado por los hermanos Suso y Luis Vaamonde, que lo llevaron a los estudios de grabación y a los escenarios, proyectándolo a los mundos trasatlánticos de la emigración.

Sus cuarteles de invierno fueron A Viuda, a la cual dedicaron una canción, y As Chavolas.

De sus primeros integrantes recuerdo a los hermanos Fito y Luis, a los Pitucos, Cabaleiro, Manolo Piña, Ricardo y por supuesto al anteriormente citado Luis Vaamonde, alma del grupo junto a la voz inusualmente grave de Fito, que llegó a aportar la definición de A Roda, su carácter más permanente.

El pasado domingo na Brincadeira de Bouzas hacía recuerdo de estos fragmentos de memoria en compañía de mi amigo Senen Vaamonde, el más joven de los hermanos.

Hoy, una Roda remozada, de la mano de Alfredo, hijo de Fito, ameniza los seráns gallegos.

Larga vida A Roda.

Munipas a la búlgara

Me encontraba, un tanto accidentalmente, en el día de ayer en Bouzas en horario vespertino, cuando subido a un palco aparece la enésima manifestación ubicua del primer regidor con una de sus habituales arengas de descamisado viguismo.

Uno, que es vigués por todas las costuras, sintió en el arrecendo del mecer las ondas del mar boucense la evocación del inefable Leri y su localismo de ribera, más bien de bajamar en la playa.

Qué hacía aquella figura gesticulante y vociferante en el solpor de la villa?.

Desde luego, no colleitar croques sino marisquear votos.

Variadas son las teorías que hacen mención al liderazgo político, en su mayor parte con denominador común elitista. La teoría del caudillaje o el führerprinzip entre ellas. No parece ser este el caso. También se pueden tratar, cuando menos analíticamente, algunos casos particulares desde la psicopatología, por ejemplo, un narcisismo patológico.

Pero en la circunstancia de un sistema electoral relativamente competitivo y abierto, cuando no excesivamente mediatizado mediante la subvención y la sustracción de la libertad o concurrencia litigante, lo que se busca es la optimización de las expectativas electorales.

En Vigo hay una mayoría absoluta más un resto o sobrante de tres concejales sobre esa mayoría. El único paso incremental en esos guarismos sería en dirección a una mayoría a la búlgara, pasando de irrelevantes a residuales los dos grupos de la oposición, a los que podría acompañar un tercero a partir del próximo año, de tener entrada el BNG.

Desde luego que esto no tiene porque resultar fatídicamente así. No está escrito en las tablas de la ley mosaica ni en ninguna otra. Paro va camino de serlo por incomparecencia y en ocasiones incompetencia de los dos grupos de la oposición.

A no ser que que el Celta le cuele un gol por la escuadra a la Alcaldía en este derby casero. Entonemos A Rianxeira.

jueves, 19 de abril de 2018

Bicentenario en Tréveris

Leo que la ciudad alemana de Tréveris se apresta a la celebración del bicentenario de su hijo más ilustre, Karl Marx, con la emisión de un billete de curso no legal de cero euros.

Sin duda inmortalizar a Marx en papel moneda o emisión filatélica no es novedad, alguno de los pretéritos estados socialistas así lo tenían hecho. Pero la ironía reside en que una divisa capitalista así lo hiciera, de no ser por tratarse de un papel no respaldado por banco alguno, un mero souvenir turístico de su ciudad natal.

En los 200 años transcurridos del natalicio de Marx la transición del capitalismo al socialismo ha sido revertida y esto posibilita la mercantilización de su nombre e imagen, incluso que sus compatriotas se olviden o perdonen la partición de Alemania, más o menos 45 años, entre un estado socialista y otro capitalista.

Hoy Marx, más que tener seguidores o detractores, es una figura de culto para estudiosos, eruditos y críticos. Más allá de lo anecdótico del bicentenario que redundará en la economía de Tréveris, como reclamo cultural y turístico, ha de esperarse una producción bibliográfica y de celebración de actos de reseña y recuerdo.

Probablemente pocos sean actos de estado. Y aún menos en Alemania. Pasaron los grandes fastos y la parafernalia gimnástica de los tiempos idos en los que la efigie de Marx se integraba en el panteón de los santos laicos.

sábado, 14 de abril de 2018

Ética en la Política

En estos días las aguas de las mareas se han visto agitadas por algo que, más allá de la casuística, plantea como cuestión de fondo la relación entre ética y política o más bien, a mi entender, la ética en la política.

El asunto resulta espinoso cuando se traslada a la pragmática de la aplicación concreta.

Así, en un mismo grupo político, se le plantea la decisión de abandonar la institución a dos diputados por conducta que pudiera resultar objeto de reprobación, sin entrar en el detalle de los hechos en cada caso.

La primera cuestión a aclarar es que la dimisión solo la puede resolver, en conciencia, el diputado o diputada, nadie más. No se le puede forzar legalmente a ello aunque se le requiera y esto constituye la dimensión ética incorporada al comportamiento consiguiente y consecuente.

La segunda observación resulta del hecho de que cuando uno pone el listón muy alto en la crítica al adversario no puede sustraerse del cumplimiento del stándar para sí mismo.

La tercera apreciación difícilmente acepta la comparativa en la crítica hacia el comportamiento del contrario con la de uno propio como vía de escape o justificación para eludir la propia responsabilidad.

Me refiero a establecer grados en la comparación de la conducta y en vez de asumir lo propio hacer la crítica del otro.

Y finalmente, tampoco es asumible la defensa de alguien en base a considerandos o elementos no formulados en los hechos, amparándose en argumentos ad hominem.

El caso es que en Marea se han planteado dos situaciones resueltas de manera diversa por el momento.

A mi parecer alguien pagó con su dimisión el precio de un dos por uno.