sábado, 27 de octubre de 2018

Matemática demente

Este fue el título de una traducción al español, de aquellas que Leopoldo María Panero llamaba per-versiones para las suyas, de una obra del matemático y lógico inglés Lewis Carrol.

Allí se planteaban paradojas, aporías y cosas del nonsense o sinsentido.

Tenemos el número, el contar y la aritmética por base de la matemática.

Y así nos enseñaron que no suma lo heterogéneo, entrando en el distingo entre lo cualitativo y lo cuantitativo. Claro está que no nos referimos a la lógica dialéctica, donde en algunos casos se presentaba la transición de lo cuantitativo a lo cualitativo como un salto por acumulación.

Todo esto viene al caso de que entre las primeras enseñanzas de las operaciones con números entraba aquella de que no podíamos sumar manzanas, peras y naranjas.

Hoy el Plenario de En Marea en Santiago de Compostela fue un caso de esto último, no haciendo demasiado extenso el nomenclátor de la semántica política, a esta cita concurrieron soberanistas, independentistas, confederales, federalistas unitarios y federalistas asimétricos y aún cada una de estas etiquetas con subtipos y familias diversas.

Un poco jocosamente nos podemos preguntar quién da más por el mismo precio.

El resumen de todo esto una tangana impresionante, la política reflejándose en el espejo cóncavo del callejón del gato, un esperpento.

Votantes que no podían votar, menos mal que no votaron los muertos, el líder sin poder apenas iniciar su intervención, desalojado de la tribuna por la Mesa y así sucesivamente amontonando despropósitos y exhabruptos.

Volviendo ahora a los postulados de la ciencia traídos a la politica, recordaremos aquél que nos decía algo así como un par de fuerzas que operan en sentido contrario no suman, se anulan.

En Marea hoy es un espacio en donde las fuerzas se anulan en un juego mecánico, pues se proyectan a fines contrapuestos sin ningún rubor.

A modo de coda, ironizando, surge el interrogante, o al menos la sorpresa, viendo tal amor desmedido y abnegada entrega al bien común, dicen, y al servicio público o si tal vez al puesto retribuído y la profesionalización en la carrera política de la que algunos ya disfrutan y a la que otros aspiran belicosamente.