jueves, 9 de mayo de 2019

Arturo Fontán Bouzas

En pasadas semanas me comunicó Xaquín Gayoso el luctuoso suceso de la muerte de un compatriota gallego acaecida en la isla de Fuerteventura.

Pero en este caso ni las circunstancias del óbito ni la persona fallecida resultan indiferentes y paso a relatar.

Fue en el transcurso del año 2002, sin fecha determinada, que conocí a Arturo. Me fue presentado por Fernando López y este a su vez por mi hermano Adolfo. Los primeros encuentros fueron en el restaurante Rías Baixas, en el Parque Fernando Sagaseta, en el municipio capitalino de Puerto del Rosario.

Andábamos dándole forma a la Asociación Sociocultural Alexandre Bóveda, que tuve el honor de presidir, una vez constituída. Andando el tiempo su participación desinteresada y generosa fue destacada en actividades diversas impulsadas por nuestra asociación, llegando a recibir el carnet de socio.

Tomó a su cargo algunas responsabilidades e iniciativas y, sobre todo, destacó por su entrega a la comunidad gallega y por cualquiera que le necesitara. Pero lo que nunca hubiera podido imaginar es que ese talante generoso y solidario pudiera llevarle algún día al desenlace de su propia muerte, por intentar rescatar otra vida, sin tiempo para preguntar quien era o de donde venía quien le necesitara.

Tuvo en el final de sus días un comportamiento heroico que coronó con el laurel de la muerte. Encontrándose en la playa de Tebeto, en el municipio majorero de la Oliva, intentó salvar a una mujer que se encontraba en riesgo de ahogarse. En esa esforzada tentativa, en mala hora y con adversa fortuna, pereció.

Arturo era natural de Montalvo, en el concello pontevedrés de Sanxenxo. La corporación en pleno le acaba de tributar un reconocimiento a su heroísmo, entregándole la medalla del municipio a su viuda e hijo, concedida por unanimidad de los grupos municipales, manifestándose asimismo el compromiso de dedicar una calle en su memoria.

Desde estas líneas queremos testimoniar nuestras condolencias a su viuda, Ana, a su hijo Arturo y a todos sus familiares y allegados.

Volvemos la mirada y el recuerdo a la isla majorera y a ese mar común que une a gallegos y majoreros, el Atlántico, que en esta ocasión atrapó con zarpa traicionera a nuestro amigo. Volvemos la mirada también al tiempo transcurrido desde aquellos momentos en que empezábamos a descubrir Fuerteventura y a compartir una nueva etapa de nuestras vidas entre tantos gallegos en una tierra acogedora y amable.

Fuerteventura, una isla del archipiélago canario por entonces bautizada como tranquila, en la que tantos paisanos sembraron esperanzas. Si esta vez el ciclo vital de tu existencia, amigo, se cortó abruptamente, nos queda el testimonio de tus días alegres de desvelos e ilusiones, recuerdo grato que nos acompañará a todos siempre.

Descansa en la memoria de los tuyos, que ha de ser imperecedera.