martes, 29 de octubre de 2019

Autonomía vs Autodeterminación

Uno de los debates políticos de mayor entidad generados en la última década del franquismo, sobre todo en la izquierda, que arrastraba antecedentes, cuando menos de los años veinte y treinta del pasado siglo, fue el reconocimiento del derecho de Autodeterminación de Galicia, Euskadi y Catalunya. 

Algunos sectores de la oposición al franquismo liderados por el PCE-PSUC querían recuperar los Estatutos plebiscitados en el período republicano. No obstante, a la izquierda del PCE ganaba posiciones el reconocimiento del derecho de Autodeterminación. Por supuesto con mayor énfasis en las izquierdas nacionales de los tres territorios antes citados.

 Con la creación de la Junta Democrática en París, en el verano de 1974, se agudizan las contadicciones en torno a esta cuestión. En el tiempo transcurrido entre este momento y la celebración del Referéndum de la Reforma Política, en Diciembre de 1976, surgen iniciativas de oposición unitaria al margen del PCE que toman por bandera la ruptura democrática que incluye en el paquete República y Autodeterminación.

 Una nueva etapa se abre tras la muerte del dictador con la celebración de las primeras legislativas del 15 de Junio de 1977 y la aprobación de la Constitución el 6 de Diciembre de 1978. En ese breve tiempo se impone la propuesta del Estado Autonómico, un fraude a las aspiraciones nacionales de GALEUZCA y un modo de diluir lo nacional en lo autonómico que mediante la dogmática de la indisoluble unidad de la nación española y la imposición blindada en el Título Perliminar de la vigente Constitución del sujeto único constituyente expresado en el pueblo español, junto al carácter agravado de la reforma de este Título, hoy nos presenta de un derecho un casus belli.

 Para sectores de opinión la Constitución, en algunos de sus artículos, es un intangible, algo así como las tablas de la ley mosaica. Sub especie aeternitatis. Parece que al momento presente el recorrido del Estado Autonómico puede estar dando sus últimos coletazos y con él, tal vez, la monarquia, según el papel que apueste a jugar.

 Nada nuevo en la historia española, si bien ahora nuevos actores se verán obligados a situarse de frente al problema catalán, abandonando la actual posición oblicua. Sino por convicción por necesidad.