sábado, 16 de noviembre de 2019

El Bosque de Vigo

En un tiempo no lejano en la Travesía de la Aurora, con entrada principal por Doctor Cadaval y puerta lateral por la mencionada travesía, hubo un bosque animado, no una fraga como la fabulada de Cecebre por Wenceslado Fernández Flórez, sino tabernaria y popular habitada por una fauna menos silvestre, urbana, pero también con su leyenda y fábula.

 Me cito con Carlos Prado, antiguo compañero y condiscípulo en el colegio salesiano, nieto de quien tomara arrendado el bar El Bosque a su regreso de la Argentina en el año 1923, su abuelo Florentino. 

A partir de finales de los años cincuenta se pusieron al frente del negocio los padres de Carlos, José y Rosa, junto con la viuda de Florentino, Virginia, si bien José compatibilizaría, en lo posible, la ocupación del bar con su trabajo en Plastibar. 

En la descripción de El Bosque al doble acceso antes mentado se pueden añadir tres elementos que contribuían a dotarle de personalidad: un recoleto reservado para yantares, donde fuera de horas, al atardecer, improvisamos alguna reunión estudiantil; un oval pintado de una amena floresta, que daba nombre al bar y finalmente un espléndido botellero de madera de gran porte que enmarcaba el local, a mano izquierda de la entrada principal, y dotaba de fondo a la barra de servicio. 

No eran éstos los únicos elementos que proveían de enxebreza el ambiente.

 Los parroquianos de el diario El Pueblo Gallego, sobre todo de linotipias, entre ellos Manolo Vilaboa, aunque también periodistas como Castroviejo o más frecuentemente Pepe Rei. A ellos se sumaban una peña de vendedores de la ONCE de las proximidades que hasta se atrevían a jugar al dominó. Por lo demás, una mesturanza de clientela de los más habituales de las tabernas cercanas de la que ya tenemos hablado. Lodeiro y algunos de los integrantes de lo que despues sería el grupo musical A Roda. También Xan Bouzada, Paco la Vieja y algunas de sus amistades. Los Sábados al mediodía y alguna otra jornada se hacía ronda en compañía de Fito de la Viuda, que incluía la visita a El Bosque. 

Lo que había empezado en 1923 terminó en fecha imprecisa de finales de los ochenta, aunque pienso que alcanzó a sobrevivir un tiempo de gracia de los primeros noventa. No hay acuerdo. Posteriormente hasta el inmueble sería demolido al igual que el de El Pueblo Gallego.

 En efecto, El Bosque también fue un bosque animado por las palabras dichas y cantadas, por los vinos y acompañamiento de un tiempo compartido. Al despedirnos Carlos Prado me muestra una foto de grupo en el patio del colegio salesiano, en esa foto aparece Reigosa, actual rector de la Universidad de Vigo. Quien nos lo iba decir.