jueves, 26 de marzo de 2020

El retorno de Fumanchú

Dentro del imaginario popular de nuestra infancia tenían cabida expresiones como tortura china o eres peor que una tortura o suplicio chino como algo cruel y refinado; también para algo costoso o que requeria de mucha paciencia se decía que era un trabajo de chinos;  asimismo para alguien muy sabido, astuto o de gran conocimiento que no estaba al alcance de cualquiera resultaba que sabía chino, claro está, por la gran dificultad que se le supone al aprendizaje de la lengua china.

 Otro rasgo atribuído al carácter chino era la venganza terrible, despiadada y sin proporción a un mal infligido. El final de las películas de barrio en que Fumanchú amenazaba con regresar en la siguiente entrega resultaba de todo menos tranquilizadora. Claro está que esto nos lo tomábamos con cierta dosis de humor.

 Lo anterior viene al caso por la difusión de dos viñetas en una red social muy renombrada en el que se liga el trato desconsiderado a una oriental por el sacerdote supremo de una confesión religiosa a la que por bautismo pertenezco con una venganza que se anuncia como terrible, de ahí el origen del mal que cuentan que nos azota en estas semanas. 

De pura evidencia esto es humor y a nadie en su sano juicio pudiera ocurrírsele otra cosa ni supone menoscabo para el pope innombrado ofensor. 

El humor nunca es sacrílego o lo es siempre, el humor, no el chiste de bar, es un antídoto frente a la angustia, el miedo y la muerte. Así decimos, reir por no llorar o reírse de la propia sombra de uno. También se habla de humor negro o humor escatológico. El humor atenta contra la certeza, es un disolvente, a mi mismo me tienen dicho que tengo un humor ácido o que en ocasiones me pongo en ridículo burlándome de hasta mi propia sombra. 

En tiempos pandémicos el humor y el erotismo deben ser entronizados frente al alarmismo y el histerismo, si puede ser acompañándonos de la lectura también pandémica del Decamerón. 

Este breve artículo se lo dedico a mi buen amigo de fatigas Gonzalo Alvarez-Lago García-Teixeiro, hoy por el Jable de las tierras majoreras que antaño pisara el escribiente.