miércoles, 14 de noviembre de 2018

El retrovisor

Adonde vamos no está en la humana sapiencia poderlo asegurar pero de donde venimos es plausible el conocimiento.

Así conviene saber la procedencia o averiguación del pasado para incrementar la probabilidad de certeza en cuanto a nuestro destino.

Es en la extensión lógica del conocimiento empírico ordenado donde juega la predicción como probabilidad.

Empezamos registrando, clasificamos y barajamos. 

La Historia como contenedor o registro de la memoria colectiva y dentro las historias en su mutiplicidad fenoménica.

A veces aparecen humanos de verbo promisorio portadores de la taumaturgia salvífica, salutadores del destino profético. Frecuentemente cuando esto acontece la estatura de los caudillos se jibariza en estatuillas de arcilla de venta en bazar o zoco de ocasión.

Ahí conviene pararnos y recordar, no nos queda otra.

No voy a señalar, pero confío más en la maestría del grupo desprejuiciado que en ídolos e iconos esculpidos en retablos de superstición.

En política hay abundante comportamiento supersticioso y si algo de arte, técnica o ciencia cupiera, estaría en la escucha atenta, activar los sensores e interactuar con el ambiente.

Uno de los obstáculos al buen logro del fin propuesto, el servicio de lo común, son los denominados argumentos ad hominen, una de las falacias llamadas informales que recuerdo del voluminoso manual de lógica de Irving Copi.

En todo caso, lo que nos es dado compartir con el lenguaje es el acervo común de hechos y códigos.

Para hacer el viaje de la vida se nos hace imprescindible el retrovisor y para proyectar cartografías no sólo figuras bien medidas y trazadas sino el imaginario de la polis transmitido y asumido como tradición en la que plantar los cambios.

Al fin, de la vida viene la experiencia y de esta el conocimiento y Política es continente y contenido de saberes.