sábado, 21 de septiembre de 2019

Callejón Estrecho

Así lo denominábamos los vecinos allá por los años sesenta de mi infancia a los pies del castillo de San Sabastián y en ascensión al Campo de Granada.

El Callejón Estrecho o también llamado del estrecho arranca de la Rúa de Santiago con un corto y empinado tramo de escaleras que posteriormente en más suave pendiente se va distribuyendo como en amplios rellanos mediante breve agrupación de escalones, que podían ser de tres en tres, y que serán utilizados para el descanso de nuestros juegos.

En aquellos años el callejón a secas, familiarmente así llamado, desembocaba en el Campo de Granada y en la Rúa Cachamuiña. En ocasiones se montaba un chambo o mercadillo de oportunidades o de simples arretrancos de dudosa utilidad, tan habituales por aquellos tiempos. También recuerdo otro cercano en la Rúa Placer.

Asimismo por aquellas proximidades algún día del mes había mercado de producto fresco, frutas y hortalizas, a la par que de animales vivos, habitualmente conejos, kirikos y gallinas. Más tarde se trasladarían a unos galpones algo reformados el mercado de Progreso.

El callejón estrecho a cierta altura comunicaba directamente, mediante otras escaleras, con la Rúa de Santiago. Ahí vivían, entre otros, la señora Virtudes y su familia o las llamadas veleras. Esas escaleras daban a la altura de la tienda- bar de la señora Carmen, ambiente muy de barrio.

Ya casi al finalizar el callejón encontrábamos a Concha y lo que quedaba de su familia, ya que se decía que su marido, que habría trabajado en la fábrica del gas, fuera fusilado en el 36. La señora Concha trabajó en la farmacia de Crespo y visitaba las casas de los vecinos para poner inyectables cuando se le requería. En su casa se celebraba el 14 de abril despreciando la vigilancia represiva. Ella y su familia eran excelentes personas muy queridas por todos los vecinos.

En el callejón también había viviendas con doble acceso, siendo el principal por la Rúa de Santiago, al que correspondía la dirección postal.

El estrecho o estreito, junto con el campo de Granada, eran nuestro patio de juegos, por así considerarlo. En verano montábamos una importante hoguera de San Juan, compitiendo con otras cercanas, a la que acudían gentes de la contorna, fortaleciendo los lazos comunales.

Para finalizar, una curiosidad o rareza. Había un tipo constructivo singular, ya desaparecido, una especie de corrala con la siguiente distribución que le aportaba una morfología interna propia y en su conjunto una aparente segregación de un espacio corto aunque emocional y socialmente intenso como lo era nuestra calle. Esa distribución a la que hago referencia consistía en dos plantas enmarcadas en un cierre, entre las viviendas el espacio al aire libre, comunicadas por un juego de escaleras algo irregular. En la planta baja igualmente ciertos desniveles con algunos escalones y un lugar peligroso que llamábamos cortello al que se accedía por una escalera insegura y podrida, totalmente vertical. En la planta superior, en ángulo viviendas distribuidas en torno a un pasillo con pasamanos que se daba un aire de anfiteatro desde donde contemplar las representaciones teatrales, bastante dramatizadas, de los convivientes. En un extremo de ese pasillo superior poco más que una letrina, pues no me atrevería a llamarle baño. El encargado del cobro de los recibos era el señor Gallur, alcalde de barrio de aquellos tiempos, figura actualmente extinguida.

Con esta última estampa despido el callejón estrecho o del estrecho, espacio de clausura de mi infancia, hasta una próxima cita, una de las calles que siendo de las más céntricas parece querer permanecer oculta, estando frente al Olivo, tapada por la Rúa de Santiago.