lunes, 22 de junio de 2020

Noche Mágica

Para Loreléi
Todas las noches lo son, en ellas se agita el espanto de las pesadillas y se manifiesta el dolor de esclavos que padecemos en onirismos cargados  de simbolismos trufados de angustia y terror. 

Pero hay noches que lucen el gallardete de mágicas por encima de cualquier consideración, habitualmente asociadas a los movimientos celestes o ciclos cosmológicos y en otros casos al ciclo Eros-Tánatos o ciclo genesíaco con pulsión de muerte. 

Pero quedándonos en lo más superficial, en lo fenoménico, en la manifestación de lo profundo, la noche de San Juan o solsticio de verano, pagana o cristiana, sincretismo cultural tal vez, muestra en muchos lugares la asociación entre dos purificaciones, la del fuego y la del agua. 

Saltar la hoguera y el rito bautismal del baño, en el caso " das sete ondas " añade el significado de fecundación, son manifestaciones limpias de esto que decimos. 

La fascinación del Fuego- Sol es innegable, hipnótica y la atracción- temor de arrojarse al fuego y abrasarse también, tal vez para renacer como el Ave Fénix. Otro rito del agua que purifica es el lavado de cara,  manos y brazos con un conjunto de hierbas reposadas en agua en horas previas. 

Como es sabido, en el hemisferio norte el día de San Juan marca el momento en que el Sol empieza a declinar y los días imperceptiblemente se tornan más cortos, mi abuela decía que a "paso de galiña ". 

No obstante, para mi las hogueras de San Juan están ligadas al feliz recuerdo del fin de las clases hasta septiembre y el comienzo de un nuevo horario ampliado de juegos al aire libre hasta bien entrada la noche, mi amiga y aliada. 

De todos modos, entre los mitos, leyendas y símbolos mi preferencia está con las fuentes de los bosques y sus guardianas, las rubias ninfas como Lorelei. 

Finalizando, diré que mi afán secreto era levantarme muy temprano en la mañana de San Juan y contemplar absorto en total soledad las pavesas de la hoguera humeantes y revolver con un palo o con un puntapié el rescoldo y ver renacer en diminutas hogueras el fuego.

 De esas brasas renacidas brotaban pequeñas esperanzas incumplidas. 

Felizmente.