jueves, 13 de agosto de 2020

El asesinato de Trotsky

Con este título se presentaba un libro de Julián Gorkin en el Círculo de Lectores a principios de los setenta, libro cuya primera publicación era bastante anterior. En la edición de Círculo, de tapa dura, aparecía en destacado fondo rojo el rostro de Trotsky atrapado en los hilos de una tela de araña. 

Fue con esa ocasión que tuve mi primer contacto con la figura histórica, literaturizada y mediada por Gorkin, de Trotsky. 

Yo no había leído ni una sola línea de Trotsky ni sobre Trotsky antes. Debía tener catorce años. Por tanto, lo más importante para mí es que la inmediata simpatía hacia el personaje se produce desde la perspectiva de su muerte, que podría arriesgar a decir matirologio. Ante mis ojos aparecía santificado, aunque el libro no fuera una hagiografía. 

Julián Gorkin había sido dirigente del POUM y así aparecía reseñado en el libro. No obstante, a la fecha de la primera publicación de la obra ya había cambiado de campo. Dejo de lado cual pudiera ser la intención de la obra cuanto el rigor y verosimilitud de lo que expone. 

Para mí lo importante en esta reseña es el efecto que me causó aún siendo adolescente. 

Me llevó a interesarme por el POUM, pero sobre todo por Trotsky y sus escritos, algunos de los cuales me llegaron por Ruedo Ibérico,  y también, no tardando mucho, a militar clandestinamente. 

Pero hay algo mucho más importante, y es que llego al trotsquismo y al marxismo desde un crimen stalinista, desde algo negativo, interior al movimiento comunista. Esto conllevó para mi un cierto complejo de culpa compartida, tanto me posicionara trotsquista como su contrario. 

Finalmente, el día 20 de agosto de 1940 Ramón Mercader hundiría su piolet en el craneo de Trotsky, ocasionando su muerte al siguiente dia. Supongo que a partir de ese momento todos fuimos un poco más miserables, contrayendo el pecado originario de la deuda histórica. 

El Cronos de la Revolución devorando a sus criaturas. 

De cualquier modo, de todas mis decisiones, indecisiones y omisiones de una vida errabunda, si hay una de la que no me arrepiento es la de haber acordado en su día una militancia trotsquista en los últimos años agónicos del franquismo. 

Y haberme topado con el asesinato de Trotsky en un libro tan denostado como el de Gorkin.