viernes, 28 de agosto de 2020

Xiao Roel

Era allá por mediados de 1976, a la vuelta de París, cuando Galín, otro exiliado parisino, hacía su presentación, más bien rentreé, en su casa en la Rúa Hortas, en Santiago. Por allí Xaime Noguerol, Pablo Ballesteros, Licho, Fernanda, entre otros. Muy cerca, la presencia de Kukas, Botana, Arturo Rosendo, Xiao Roel y muchos más. 

Se volvía a oír hablar de acracia y anarquía, si son conceptos discernibles. 

En los Porches, Galín monta tertulia a imitación de la que habíamos frecuentado en la Boule d'Or, en la Place Saint Michel, con Agustín García Calvo, tratando de presocráticos.Que si el fragmento del poema de la diosa de Parménides, que si Heráclito, que si las críticas al Estado del Bienestar. 

Por el café Derby, Fredi y sus amigos y amantes; en los locales de las Galerías Vía Cambre, también Polo, Arturo Cores, Carlos Meixide o Fernando Rosendo. A veces discutiendo sobre los consejistas, mis fijaciones por aquel tiempo eran Anton Pannekoek, Cornelius Castoriadis, Karl Korsch o los situacionistas representados en la obra La sociedad del espectáculo, de Guy Debord. Siempre con mucho apasionamiento, humos y alcohol. 

Por todo esto y mucho más pasó Xiao Roel por aquellos setenta en que lo traté y conocí. 

Pero aún antes fuimos vecinos en Vigo, por el Paseo de Alfonso XII y la Rúa de Santiago. Compartimos horas en la Cafetería Tropical, de Juanito, y en el Tapitas de Verísimo y en el Tres Ventanas de Albino, frente por frente de donde viví. 

Nuestros padres respectivos se conocieron y se trataron, el suyo era tipógrafo, imprenta Roel, el mío trabajaba en una consignataria, CONTRASA, que operaba trasatlánticos de pasaje tan conocidos en nuestro puerto como el Montserrat, Begoña, Covadonga o Guadalupe, todos bautizados con nombres de vírgenes, vaya usted a saber por qué. 

El caso es que mi padre, por cuenta de la consignataria o de la compañía naviera, la Spanish Line, le hacía algunos encargos al padre de Xiao, según me tenía comentado, documentado al figurar el pie de imprenta en la cartelería. Esto no lo puedo recordar personalmente pues, según parece, el fallecimiento del padre de mi amigo ocurrió a comienzos de los sesenta.

 Así, familiarmente, quiero recordar en la postrer hora a Xiao, inscrito en el espacio inviolable de la memoria que forman la Rúa de Santiago y el Paseo de Alfonso XII, con la proa puesta hacia las Islas Cíes. 

Que acompañe a su alma libertaria aquel verso de Konstantin Kavafis, que empezaba cantando...Me atreví y fui. Y para compañía del viaje el vino que sólo se atreven a beber los valientes. Él también compuso sus versos. Para quien lo quiera leer encontrará el poema Ortegal publicado en la revista de pensamiento A Trabe de Ouro.

Mañana en Boisaca, en compañía de Valle y Xiao. Salutem Pluriman.