martes, 18 de junio de 2019

El cuento de la lechera, política ficción

Érase una vez... hace cuatro años una lechera se fue con su cántaro de promesas electorales al mercado de votos, por el camino iba echando las cuentas de la ganancia que habría de obtener y cómo la invertiría en los cuatro años siguientes.

Durante los cuatro años transcurridos, pensó, estoy aquí guardando la poltrona, calentándola amorosamente, empollando mi ambición, con los votos a plazo fijo a un interés variable de según como vayan las cosas.

Seguía pensando como su pequeño negocio podría ampliarse con una franquicia que deseaba franquiciados.

Como disponía de tiempo la cosa no podía fallar.

Era una operación sin aparente riesgo inversor y de rentabilidad asegurada. Era cosa de tentar a la persona adecuada, ofrecerle parte en el asunto y esperar.

La ambición y fantasía de nuestra lecherita no descansaban. Ya se impacientaba por la llegada del nuevo día en que partir al mercado de votos. El cántaro estaba nuevamente lleno de promesas que había ordeñado para la ocasión y además tenía nuevos amiguitos que le habrían de cosechar miles de nuevos sufragios.

Era sencillo, sólo era cosa de ponerse a sumar.

Cuando se puso en camino alguna distracción o mal cálculo le hizo tropezar o perder pie en unas ramitas y cantos rodados que alguien presuntamente había sacado del río para su infortunio.

Roto el cántaro de sus ambiciones incluso perdió buena parte de sus ganancias anteriores y su socio preferencial franquiciado se quedó con las mieles lejos de su boca.

Desde entonces la lecherita se encuentra haciendo un máster electoral para intentar entender como se fabrica una mayoría absoluta.

Si acaso la autocrítica para otro día.

Moraleja:  procura lo que deseas con afán y trabajo, desenpoltronándote, desincrustándote del sillón y pensando que siempre puede haber otro que valga al menos tanto como tú.

No le cierres el camino.

Te lo dice el fabulista con aprecio.

Por supuesto esto es política ficción y ocurrió, si ocurrió, en tiempo y lugar imaginarios, aunque en este apólogo le pongamos alguna alusión vagamente de proximidad histórica pero estamos hablando de arquetipos.

Y colorín, colorado... nos vemos en las postrimerías de los tiempos venideros que habrán de ser los primeros.