martes, 16 de abril de 2019

Suso Vaamonde, trebón

Fue en los primeros años setenta, tal vez en el 73 y más a partir del 74 que empecé a tratar con Senén Vaamonde, el hermano más joven de Suso Vaamonde. Por medio de Senén conocería a sus padres y a todos sus hermanos y hermanas.

En estas líneas recordaré a Suso al hilo de la publicación de un libro de la autoría de Miguel Boó, bajo el título Suso Vaamonde, Voz de Trebón. Un libro de más de trescientas páginas de copiosa información, interpolada de numerosas intervenciones en el relato de sus familiares más próximos que lo recuerdan. Las otras dos patas del libro son el trato directo del autor con Suso y los archivos que le fueron entregados por este a Miguel Boó. No está exento de fotos que igual reproducen escenas familiares que documentos diversos que amenicen la lectura o aporten información añadida.

Doy por hecho que es la obra cimera sobre la efigie póstuma del cantor.

Tal vez destaque sobre todas la presentación de Suso por sus musicalizaciones de poetas como Celso Emilio Ferreiro, Bernardino Graña, Manuel María, Neira Vilas, Méndez Ferrín y otros.

También retrata a ese Suso que yo recuerdo activista de tantos compromisos y luchas que incluso le arrojarán al exilio venezolano en momentos de la llamada transición con ocasión de una intervención en un acto antinuclear en la Plaza de la Peregrina en Pontevedra.

Recordamos a ese Suso peregrino por todas las tierras galaicas volcado en llevar la voz, la música y la palabra hasta la lareira más lejana del país.

Quiero ahora traer a presencia una estampa y una desordenada miscelánea de situaciones en torno a las recogidas calles del casco vello vigués.

La primera retrata el momento en que en el Bar Chavolas parece cerrarse el acuerdo informal del nacimiento de A Roda, por supuesto no se trata de un acta notarial del nacimiento del grupo. Lo que puede asegurarse es que el hermano de Suso, Luis Vaamonde, si tuvo mucho que ver con el nacimiento y la puesta en marcha de A Roda, siendo las tabernas de As Chavolas y La Viuda lugares iniciáticos y un tanto fundacionales de todo esto.

La miscelánea lo es de tantos momentos repetidos e irrepetibles en que cualquier ocasión de xuntanza era buena para que Suso sacara la guitarra y con aquella voz que Miguel Boó certeramente califica de Trebón, en efecto, desencadenara la tormenta polifónica en la que frecuentemente se alzaba la protesta. Esto podía ocurrir en el Bar Novo o en O Porco, pongo por caso, o en cualquiera de los citados y de innúmeros por citar.

Un día prematuramente su voz se interrumpió antes de los cincuenta cumplidos de su corta y fecunda  biografía. Pero ese interruptus reemprende su marcha incesante hasta nuestros días proyectándose a horizontes infinitos. Este libro de Miguel Boó lo atestigua. No fuera tal vez arriesgado asegurar mil primaveras más para la voz de Suso Vaamonde.