jueves, 30 de agosto de 2018

República liberal y burguesa

En el diario El Sol, allá por finales de 1930, publicó Ortega y Gasset el artículo El error Berenguer, referido a la dictablanda, período de transición de la dictadura primorriverista a la Segunda República. El artículo finalizaba con la sentencia, conocida por casi todos, Delenda est Monarchia, la Monarquía debe ser destruída.

A los pocos meses, sería febrero de 1931, Ortega constituye con Marañón y Pérez de Ayala la Agrupación al Servicio de la República, que en las Constituyentes logrará escaño para sus promotores.

La defensa que estos hacían de la República lo era desde una perspectiva liberal aunque no estrictamente en la acepción dura hoy al uso sino más bien progresista en un sentido tampoco muy preciso.

La Segunda República tuvo una vida convulsa y un tanto azarosa y de ella fueron distanciándose algunos de estos integrantes de la intelectualidad. Como es sabido acabó de forma cruenta con un golpe de estado que devino en una guerra de casi tres años, dando paso a una dictadura de casi cuarenta.

Aún hoy en amplios sectores de población la República se asocia a desorden, izquierdismo y guerra. Para otros democracia y progreso forzadamente interrumpidos.

Aparte de las lecciones, no siempre unívocas, de la Historia, hay algo claro, la República como institución no es de derechas ni de izquierdas, en el lenguaje actual se diría transversal.

El sucinto e incompleto repaso anterior nos sirve para dejar claro que la República es una institución originariamente burguesa frente al absolutismo o dictadura, que por conveniencia las clases poderosas pueden declararse accidentalistas o monárquicas, pero al mismo tiempo pueden revertir sus posiciones.

Si la Monarquía actual pasara de ser una garantía para las clases poseedoras hegemónicas a un factor de desestabilización social y política la abandonaran.

Estoy pensando en Cataluña y su onda expansiva.

En ese escenario o terrero le toca hoy imperativamente jugar a las izquierdas.

No pueden rehuir ese envite.

viernes, 24 de agosto de 2018

El último Borbón

En principio y por paradójico que hoy resulte las monarquías fueron electivas, de extracción nobiliaria, resultando el monarca un primus inter pares. Por tanto, la institución no se confundía con la família o el nombre que la representaba aunque el cargo fuera vitalicio. Había que renovar la elección a cada ocasión mortis causa. El resto de nobles o feudos contraían un pacto, foedus, de ahí andando el tiempo por derivación el término federal.

Por tanto la monarquía pudo ser electiva y federativa.

En el transcurrir de la historia devino absoluta y por supuesto hereditaria. Para intentar preservarse se cruzaron las distintas casas reales a suceder cuando la corona quedaba vacante en algún reino o bien se lo disputaban por las armas.

Este fue el caso de la entronización de los Borbones en la corona de España disputada con los Austrias en la Guerra de Sucesión allá por el 1.700.

La Monarquía transitó de absoluta a constitucional y actualmente se define como parlamentaria. En el caso español la legitimidad dinástica borbónica hubo de dirimirse por las armas en las guerras carlistas.

También hubo de conocer interrupciones con las guerras napoleónicas tras las abdicaciones de Bayona. Así mismo por breve tiempo la Casa de Saboya con Amadeo I y la efímera Primera República interrumpieron su existencia. En el pasado siglo veinte la Segunda República mandaría al exilio a Alfonso XIII.

Tras la guerra civil el General Franco en ejercicio de sus prerrrogativas como Jefe del Estado designaría a un Borbón su sucesor a título de Rey.

El actual Felipe VI encarna el segundo reinado del actual período constitucional tras la dictadura franquista. Con este viciado origen de legitimidad carga la instauración o restauración, según quien lo diga, borbónica.

En Italia, por ejemplo, tras la caída del fascismo, se sometió a referéndum la misma cuestión, optando la mayoría por la jefatura republicana al frente del Estado.

Pues bien, ¿ habrá oportunidad de igual pronunciamiento para una consulta semejante?. En el momento presente es Felipe VI el último Borbón. ¿ Lo será para la Historia ?.

Las venideras elecciones municipales y otras futuras bien pudieran ser la lanzadera de un proceso constituyente en esa dirección.

martes, 21 de agosto de 2018

Javier Ardines, Llanes

Se habla frecuentemente, de modo irreflexivo y generalista, del político como una especie depredadora de sus semejantes a través del ejercicio del poder.

Y aún más, expoliadora del peculio público, una voraz criatura succionadora de toda suerte de recursos en provecho propio y en demérito de los destinatarios legítimos.

Aquí nos encontramos, en ocasión de luctuoso suceso, con la figura de un edil de una población de poco más de 13.000 habitantes que no cobraba sueldo, ni dietas, ni kilometrajes, sus ingresos procedían de un trabajo ajeno a su quehacer municipal, atendía a los vecinos sin cita una vez satisfechas las obligaciones restantes de sus áreas de gestión.

A mayores era padre y abuelo, aunque joven, de 52 años. Por tanto tenía compromisos familiares y laborales extras a sus tareas políticas y no cobraba dedicación exclusiva ni ninguna otra del erario público.

Llegados a este punto, ya podemos revisar la afirmación de inicio y preguntarnos si en verdad todos los políticos son iguales. O si acaso Javier Ardines era un ser extraño en la política.

También luchó denodadamente por esclarecer y erradicar vicios y tramas asociados al ejercicio de un poder omnímodo, acumulado en casi treinta años de mandatos de un monopolio político, no sólo en en la vertiente urbanística y de planificación del territorio sino también redes clientelares de empleo público y otras.

Ardines luchó por usos alternativos y diversificados de los valores patrimoniales públicos.

A esta altura llegamos a colegir que Javier Ardines fue un hombre y un político que dignificó con su hacer a su pueblo, Llanes, y la política. Y escribo esta con minúscula porque la otra, la mayúscula, es mucho más difícil de oxigenar y es en el escalón o subsistema municipal donde se puede y se debe empezar.

El testimonio de vida y muerte de Javier Ardines debe iluminar el corto camino que resta a unas elecciones municipales próximas, una primavera que florezca en multitudes de Ardines.

Por Llanes, por todos.

sábado, 18 de agosto de 2018

Solpor Republicano

Bajo la canícula agostí transcurrió el sencillo, aunque esperamos fecundo, acto de lembranza que no añoranza republicana al pie del Árbol totémico de la tribu olívica.

Allí fuimos llegando a la cita convenida desde los distintos barrios y parroquias de la conurbación viguesa.

La cita no era solamente de vivos.

Con nosotros se encontraba el rianxeiro, avecindado en el mismo Paseo de Alfonso número 15, Manuel Antonio, entre los años 1919 a 1923 como dice la placa que lo recuerda, galeguista y republicano por los años veinte del pasado siglo. Sus versos de Cantar d'a noite en la expresión sobria de la voz de Xurxo Pérez nos acompañaron.

También sonaron los versos saudosos de Rosalía de Castro con el acento apasionado de Marisa Pires, Airiños, airiños, aires.

En el mismo lugar donde oficiábamos esta liturgia laica el Dragón e a Fada de Xaime Quesada, evocando a los poetas cantores de la Ría de Vigo, Meendiño, Pero Meogo y Martín Codax.

Entre nosotros se paseó la figura del alcalde Amando Garra que, en igual día del año 1932, efectuara el acto bautismal de investidura republicana del Tótem vegetal, dando lugar a la placa que lo recuerda y que nos convoca.

La nutrida y distinguida asistencia en esta primera convocatoria es incitación a próximas ocasiones de concertarse y verse convecinos en el Ágora olívica.

Aún hubo tiempo antes de concluir el programa para un recordatorio de la atrocidad atómica otro Agosto de 1945 en la invocación a la paz de Manuel Garrido ante el árbol que la simboliza.

En los últimos compases la contextualización histórica del momento de la Segunda República en lectura de Óscar Lomba.

Finalmente la ofrenda floral al Olivo, un ramo combinando la tricolor, y la foto de familia ante el chafarís del Paseo, recostado en el muro de la Rúa de Santigo, donde otrora estuviera el Bar Caracas de Manolo Rivadulla y Remedios.

En esa placita del Chafarís los músicos Pedro Onieva ( percusión) y Suso Cortegoso ( guitarra y voz) amenizaron la noche, estando acompañados al principio del acto por Roger Sainz o Roger de Muskaria ( instrumento de viento).

Y así cayó el solpor sobre la Ría componiendo un paisaje inmortalizado por la fotografía experta de otro veterano repúblico, Gonzalo Álvarez-Lago.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Confederación Olívica

El catorce de Agosto de 1932, antevíspera de la festividad del peregrino occitano San Roque, patrono de Vigo, la Corporación Municipal Constitucional Republicana circundaba con una verja el símbolo vegetal de la ciudad, el Olivo, situado en el Paseo de Alfonso. 

Incrustada o soldada a la verja una placa, más o menos literalmente, indica la devoción del pueblo vigués a su ciudad amada, entregado con lealtad, abnegación y amor a su causa.

La primavera próxima del 2019 se cumplirán cuarenta años de la celebración de las primeras elecciones democráticas tras la dictadura franquista, que no régimen autoritario, como algunos edulcoradamente optan por llamar en nuestros días.

Sería buena ocasión para darnos cita en el Paseo de Alfonso al pie del Árbol-Símbolo, que tantos embates ha sabido aguantar, expuesto a las galernas que, aún recuerdo, en mi infancia llegaron a la amputación de alguno de sus brazos-ramas.

Un Olivo, al fin, oreado por vientos salados atlánticos, ventos mareiros, en pié, resistiendo como las gentes a las que representa, portador del espíritu de diversidad que los barrios y parroquias reclaman con voz propia.

Barrios con Voz, decía un eslogan de los noventa, con razón, allá por Teis.

Un Vigo, al que se entiende mejor en clave confederal, fuertemente descentralizado, expresión del espíritu de bravura e independencia de quienes lo poblaron y aún seguimos habitando.

El Olivo, entre Pobladores y la Rúa de Santiago, frente al chafarís del Paseo de Alfonso, nos invita siempre a la memoria, saudosa y vindicatica, testigo de tantos afanes.