Mi mente se muestra confusa, agitada, pero en algún momento la sensación térmica se invierte y alguna presencia leve, sutil en su intenso aroma vegetal, muy floral de fragancias diversas, algunas poco discernibles para mi olfato, se presentiza y a pesar de estar las ventanas abiertas una opresión de espacio clausurado se instala.
El Vórtice vegetal porta tierra y agua, formando un chapapote o lameiro del que emergen unos vermes de fosforescencia verdosa.
Esa argamasa sella ventanas y puertas dando lugar a viscosidades ululantes.
De esta confusión surge perdedoramente salvífica, Loreléi, con sus cánticos aterradores y seductores, emisarios del dulce veneno de la locura, inoculado en las sinapsis de un cerebro excitado.
Era un verano cálido y húmedo suspenso en unas dilatadas pupilas.
Para siempre.