lunes, 4 de octubre de 2021

Alberto Rufo, músico y parlamentador

Quedamos donde estuviera O Novo Buraquiño, en Alfonso X el Sabio, aquel rey troveiro criado en tierras alaricanas donde aprendiera en el siglo XIII el galego portugués. En el corazón de As Travesas. Recordamos a Benjamín y O Buraco del Camiño da Seara, tan frecuentado en los sesenta y setenta por Rufo Pérez, Méndez Ferrín, Roberto Dopazo, entre otros profesores, y  algún alumnado del instituto Santa Irene, núcleo vertebrador del barrio desde finales de los cuarenta. 

El propósito de tal encuentro con Alberto Rufo, amigo y pariente, es recordar aquellos tiempos de As Travesas Big Band, protohistoria del jazz en nuestros vigos, que ensayaban en el bajo de la casa de Santi Mouriño, en la Pastora.

 Decir de Alberto Rufo su condición de músico al tiempo que hombre de buena conversación y numerosas inquietudes, en estos últimos tiempos también la expresión plástica con obra muy meritoria.  Pero en esta ocasión el disfrute de su conversa transcurrirá como río caudaloso multidisciplinar que se estrecha en el regato principal de sus vivencias musicales en torno a la  Big Band.

 La verdad es que esta columna se va volviendo angosta de más en ocasiones, requiriendo de apretar hechuras, domeñando tiempo y espacio en lo posible. Veamos, entrando al asunto por derecho.

 Travesas Big Band tiene al músico Luis Carro, fallecido, como alma del grupo y entre otros componentes a Santi Mouriño, Pedro González, Javier Jaso, Luis Lestallo y el propio Alberto Rufo, tal vez omita alguno, al tratarse de una Big, como su nombre indica. Fue sin duda pionera en eso del Jazz por los vigos allá por los primerísimos ochenta. Tal vez un antecedente pueda considerarse por calidad musical e improvisación el grupo Gandalf, nombre propuesto por Carlos Maño.

 Señala Rufo Pérez con aire tal vez autocrítico y referido As Travesas Big Band que debieron dar el paso de la improvisación a la composición. Al final de este encuentro también añade otra reflexión sobre la profesión, que se pudiera de algún modo ligar con la anterior afirmación, asegurando que el músico debe componer y hacer directos cuando pueda, sin menoscabo de actividades como la docencia o trabajos de estudio de grabación, pero priorizando.

 Más allá de su participación en grupos o encuentros musicales y ya con posterioridad a esos años 80-82 de As Travesas voy a implicarme un poco más. Había frente a la tienda de música Manrique Villanueva, en Velázquez Moreno, unas galerías comerciales. Con motivo de una exposición de fotografía de Federico Puigdevall fui a escuchar a Alberto Rufo y a Rubén Pérez en el acto de inauguración, ambas intervenciones musicales me confirmaron en la apreciación del alto valor musical de ambos músicos. En el caso de Alberto Rufo el instrumento que ejecutó en aquella ocasión fue la flauta travesera, ante la que me rendía entregado a la evocación de Ian Anderson de los Jethro Tull.

 Una última evocación jazzística en la conversación con Alberto, el pub Satchmo y su piano entre las calles Venezuela y Ecuador. También pioneros en los Vigos de los ochentayteros. Como siempre la  vida es ancha y las letras cortas, cuando menos las mías.