En el verano de 1974 se presentaba en París, de la mano del P.C.E., la Junta Democrática. Ese verano algunos no cogimos vacaciones.
Nos dedicamos a planificar el calendario del curso venidero, a analizar el porvenir político del 74-75, a diseñar estrategias para un movimiento estudiantil en enseñanzas medias, dotado de dirección política.
Pretender que aquel movimiento era fruto del espontaneismo o del asamblearismo resulta ingenuo e inexacto.
La primera aclaración a realizar es que jamás estuvimos guiados por un control remoto: la direccion siempre residenció en el seno del propio movimiento. La segunda precisión que conviene resaltar es la independencia con respecto a cualquiera facción del profesorado.
Dicho esto, podemos adelantar que los planes de la Junta Democrática naufragaron en el vigoroso oleaje del Santa Irene.
No obstante, conviene discernir los lineamientos básicos que antagonizaban las facciones políticas del profesorado. También las interacciones con la autoridad gubernativa y del Ministerio por parte de la dirección del centro. Y finalmente ubicar la tapadera juntera, a modo de una alegal Asociación de Padres y Madres de Alumnos.
Con estos citados elementos ya tenemos los dramatis personae de la representación.Todos ellos confluyen en un acto de la obra, alguno in absentia.
Ese acto es una Asamblea celebrada en el Aula Magna del Instituto, algo tumultuaria, como acostumbraban, celebrada bajo los auspicios de un tinglado juntero con máscara de paralegal AMPA.
En esa asamblea pretendíase sofocar, canalizar la fuerza desbordada a un cauce pactado transicional de conformidad al guión de la Reforma Política que se avecinaba.
Nuestro movimiento era brioso y juvenil y por supuesto no se resignaba al papel de comparsa y menos consorte de ningún conciliábulo parisino.
En el desarrollo estricto de la Asamblea a mi se me reservo, para desactivarme, el papel de moderador de la misma, compareciendo por los promotores de la AMPA, entre otros, Bar Boo, Castor Alonso Bar, Giraldez; por parte de la Dirección del Instituto, Rufo Pérez, en posición de forzoso eclecticismo y finalmente los profesores Méndez Ferrín y Marilís Villamarín.
Como veremos, en el desarrollo de la Asamblea, irrumpieron los antagonismos políticos de aquél momento, la posición maniobrera del PCE, vía Curiel, director aunque no compareciente, y adláteres mencionados.
Frente a esta posición, coaligadas de facto, la nacionalista representada por Ferrín y la del propio alumnado rupturista frente al asimilacionismo sin contrapartidas que nos ofrecían en un ceremonial de reunión controlada.
En este punto abandono mi papel de moderador y pasó a beligerante total, retrotayendo la Asamblea a su condición soberana y ofreciendo, tras votación, una tabla reivindicativa innegociable a las autoridades, que estas declinan.
Este desenlace marcará la pauta, anecdotario al margen, del cierre-sanción del Instituto ya comentado.
Aquella asamblea devendría La Asamblea, sería la madre de todas las batallas por venir en el curso de 1974-75. Y por encima de todo, habría sido un acto más político que académico.
Ello por una doble razón: primera, la consciencia plena de lo que allí se estaba jugando por parte de algunos de nosotros; segunda, el hecho de que algunos de los contenidos reivindicativos transcendieran el marco de las posibilidades de respuesta de la Dirección del centro, pues apuntaban a otra cosa, la permanencia de la movilización y su extensión, en lo formal y una Ruptura Política en lo sustantivo.
Fueron jornadas de una elevada politización e ideologización del alumnado y profesorado. En este tiempo el Ministro de Educación y Ciencia era Cruz Martínez Esteruelas.
Al comienzo del curso siguiente, 1975-76, fallecería Franco, un nuevo tiempo.