Aún los rayos cálidos estivales iluminaban los cielos, si bien la grisura plomiza dominaba el ambiente de la ciudad de Vigo, cuando en la vieja estación de Urzáiz, por entonces José Antonio, tomaba el tren a Irún, que haría transbordo en Hendaya con destino a París.
Atrás quedaban Jorge Mosquera y los suyos de la Brigada Político Social.
Al llegar a la Gare d' Austerlitz fui recibido por un tío materno y pronto presentado a sus amigos, en su mayoría refugiados políticos, como él mismo.
En los días siguientes encaminaría mis pasos a Impasse Guémené 10, sede de Rouge, órgano de la LCR francesa, allí me presentaron activistas vascos, gallego ninguno.
El activismo estaba volcado en los comités de apoyo a Genoveva Forest y Antonio Durán, entre otros, procesados en el interior y pronto en las causas contra Baena, Sánchez-Bravo, Garmendia, Otaegui e imnúmeros militantes. Ahí me reincorporé.
La represión incesante se multiplicaba.
La LCR, una organización postista, del postmayo, cedía en su agenda a la urgencia del colapso del franquismo. Las condenas a muerte dictadas en Septiembre del 75 detonarían inmensas movilizaciones en toda Francia y a escala internacional.
Otros ambientes postmayo frecuentados se localizaban en escenarios como la Universidad de Viçennes en el bosque homónimo o cafés como la Boule D'Or, en la Place Saint Michel, donde Agustín García Calvo tenía su tertulia. Ahí conocí a amigos gallegos como Arturo Rosendo, José Luis Caramés y Galin.
Otro lugar visitado era le Chai de l'Abbaye, donde se prolongaban tertulias que se adentraban en la medianoche.
Le Quartier Latin era una geografía urbana donde se concitaban numerosas citas y fin de convocatorias, en ocasiones campo de batalla de grandes enfrentamientos entre manifestantes y CRS.
La resaca primaveral sesentayochista dejó lecturas, debates e intervenciones que pretendían refrescar el repertorio de la izquierda o rescatar proscritos disidentes.
Entre novedades y rescates los situacionistas Guy Debord o Raoul Vaneigem y su Tratado del saber vivir, la sociedad del espectáculo y la crítica de la vida cotidiana frente a los grandes sistemas filosóficos y titánicos y tiránicos proyectos históricos.
Los consejistas Anton Pannekoek y Karl Korsch frente a los aparatos estatales y de partido. Otras influencias, Castoriadis-Paul Cardan, con algunos textos traducidos y publicados en Ruedo Ibérico. También nos acompañaba Rudi Dutschke. O el esquizoanálisis de Deleuze y Guatari.
En aquel año 75, en la encrucijada postmayo-muerte de Franco, para algunos comenzó el punto de no retorno o de retorno o de eterno retorno, tiempo cíclico y anticíclico.