En el curso 1972-73 el Instituto Santa Irene se puso in Itínere con la proa hacia los descampados de Coia, lindantes con el cementerio de Bouzas, encontrando cobijo en un inmueble sin personalidad, junto a un centro de PPO (Promoción Profesional Obrera ), de igual escasa entidad arquitectónica. El porte noble de la arquitectura del Santa Irene, con su Torre y Reloj, pórtico y jardines, debió sentirse degradado y aún triste en su migración temporal hasta el curso 1977-78, una desventurada suerte de exilio, en un páramo que empezaba a edificarse en populosa verticalidad.
En el trayecto entre As Travesas y el que algunos denominamos Instituto Viejo de Coia, desde hace años bautizado con el nombre del insigne galeguista Alexandre Bóveda, en los años citados reposaban los restos mortales de los tranvías de Vigo, comidos por los gusanos de la herrumbre, en varios lineales de lo que antaño fueran las cocheras. También a modo de limbo se encontraban unos nonnatos autobuses, pues jamás entraran en uso en nuestra ciudad, de dos pisos, pintados de rojo, procedentes de Londres.
Los tranvías dejaran de circular el 31de Diciembre de 1968. Con la despedida de ese año se fueron. Una herida que aún supura en el costado de la memoria de los vigueses. Nuestras incursiones en el interior de las unidades o vagones tenía mucho de nostalgia de ecos apagados de bulliciosa vida y ajetreo de aún no lejanos años de nuestra niñez, en un entorno asilvestrado, ya más que silvestre, de silencioso recogimiento.
Así íbamos empezando los días en un ejercicio iniciático de venideras jornadas de educación en las aulas y en los campos. Un Santa Irene trashumante por los predios de Florida y Coia.