Desde la perspectiva de la Navidad como mirada de la infancia al mundo, o si se prefiere más suspicazmente de la recreación o interpretación de esa mirada infantil, su expresión más acabada la encontramos en algunos de los motivos de los cuentos o literatura navideña del tiempo transcurrido en Inglaterra durante el prolongado período de la reina Victoria, en gran parte del siglo diecinueve y aún principios del veinte.
El autor más destacado es Charles Dickens y su obra principal en la materia, Cuento de Navidad, publicada por entregas en 1843, donde el espíritu de conversión y el ternurismo alcanzan cumbres elevadas.
A poco que recordemos, también podría ser un cuento de fantasmas o de lo sobrenatural o maravilloso. En el mundo onírico se producen las revelaciones a Scrooge con la visita de tres ectoplasmas, emisarios de la navidades pasadas, presentes y futuras, que le desvelan el pleno sentido del potente latido del corazón navideño.
Todo acontece durante el sueño en una noche, la noche previa a la Navidad, lo cual le permite enmendarse para la celebración del siguiente día.
En paralelo al sueño, fuera del viaje que por los aires hace Scrooge con sus acompañantes, las horas transcurren en el mundo de los vivos, no obstante, en las navidades presentes de la visión la realidad entra en el sueño.
Tres figuras destaco en el cuento, Marley, aparición del antiguo socio de Scrooge quien le insta a arrepentirse y salvarse; su prometida de juventud, personaje de las navidades pasadas, quien le había abandonado por su egoísmo y finalmente Tiny Tim, hijo pequeño de su empleado Bob Cratchit, aquejado de una cojera, al cual se promete ayudar para salvarlo de una muerte temprana.
Tim obra, a mi entender, como epítome o compendio del complejo nudo de vectores moralistas y costumbristas, intimistas y ambientalistas de la encrucijada victoriana y epifánica.
En Tim se redime Scrooge y Dickens vuelca su emoción empática por la infancia pobre.
Cuento de Navidad o Christmas Carol trae el tintineo de los Villancicos, su bullicio, el intercambio de postales de felicitación, la introducción del abeto junto al Belen y todo aquello que llegaba al surtido almacén de souvenirs navideños de la librería Pax, en el Vigo de los sesenta, pongo por caso.
Esas eran navidades victorianas, navidades de guirnaldas, confeti y turrón, que nos llevaban sin tregua a la despedida de año.