Allá por el año 1972, año intenso de luchas obreras, en la ciudad de Vigo abre sus puertas la librería A Esmorga de la mano de Pepe Ulloa.
Como es fácil suponer el nombre se debe a la obra homónima de Eduardo Blanco Amor, a la que rinde homenaje. Se encontraba en la calle Gamboa, en el corazón del Casco Vello, frente a la cervecería El Pasillo y junto al Eusko. Aún queda el nombre junto al actual, A Lideira.
En el 73, año de inicio de mis estudios en el instituto, hice mi primera entrada en este recinto de dimensiones reducidas dedicado a los libros. Ahí adquirí el teatro de Sartre publicado por Editorial Losada de Buenos Aires o el teatro de Bertolt Brecht, títulos de Marx y Engels de Editorial Orbis, la biografía de Marx, publicada por ZYX, de Antonio Fernández Benayas, numerosos títulos de Alianza, entre otros de Sigmund Freud o Kafka, títulos de EMECE o Fondo de Cultura Económica, estas dos últimas editoriales creadas por exiliados en hispanoamérica, Retorno a Tagen Ata en la primera edición de la colección O Moucho de Edicitorial Castrelos o Elipsis e outras sombras, ambas de Méndez Ferrín, la segunda citada en Galaxia.
Recuerdo que Pepe Ulloa en una ocasión me obsequió con un libro, Filosofía y Existencialismo, con textos de Sartre, Jaspers, Heiddeger y otros. Salí de allí muy contento.
Pero hay otra parte más oscura. En esos años 73, 74, 75 compraba, folios, tinta para imprimir y clichés, que eran utilizados con la vietnamita para confeccionar la propaganda clandestina destinada a la agitación estudiantil de aquellos momentos. La complicidad establecida con Pepe para estos menesteres era una garantía de provisión segura y aquí mi reconocimiento.
Ulloa entendía la profesión de librero, en aquellas circunstancias, como algo más que un fin mercantil. Educaba y te cubría, al tiempo que arriesgaba peculio y libertad. Con la salida de la dictadura todo este compromiso con el libro proscrito o semiproscrito se fue relativizando, empezó a primar el inevitable criterio de mercado sobre el proselitismo librero, por así llamarlo.
Y se produce el milagro de la conversión del pan, alimento espiritual, en vino, esto es de los libros en copas, y nace O Grial, en el sitio exacto donde estuviera A Esmorga, siendo lugar de encuentros vespertinos hasta la madrugada, donde conversar y libar. Pepe pasa muy decorosamente de servir libros a servir tragos, no abandona.
Así se funden en un mismo espacio y persona, aunque en tiempo consecutivo, tres de los caminos por los que ha transitado mi existencia: el tertuliar, los libros y los bares.