Estamos pisando la dudosa línea que separa los tiempos de la precampaña electoral del momento de ingreso en la campaña plena y también del cruce de vías del recuerdo de hace cuatro años con el avistamiento del hipotético escenario que saldrá tras el 26 de mayo.
La primera criba de datos pasa por la peneira de los indicadores de abstención y participación del cuerpo electoral, teniendo presente que los números absolutos de cada candidatura a la hora de la asignación de la representación van a ser referenciados a los números de participación, expresados habitualmente en porcentajes.
El caso más claro afectado en las pasadas elecciones fue el BNG, pues con aproximadamente 6800 votos se quedó fuera de la representación y ello por una distancia de décimas al 5% que la LOREG impone como umbral para contabilizar los votos con opción a entrar en la institución. Una participación ligeramente más baja y manteniendo constantes sus votos absolutos, caeteris paribus, le brindaría alternativas en esta nueva convocatoria.
En el caso de Marea de Vigo, quedó a unos cuatrocientos votos de conseguir el cuarto edil. El voto de Marea, no estaba directamente representado, pues era la primera vez que se presentaba, no obstante su cabeza de lista había concurrido anteriormente por Esquerda Unida, con un resultado muy inferior. Anova tampoco nunca se había presentado, y la especulación acerca de la no presentación de Podemos se queda en eso, por cuanto carecemos de evidencia empírica de sus datos por ser un partido de reciente creación en aquellas fechas, nunca presentado a elecciones locales. No obstante, en las pasadas europeas había obtenido un número similar de votos, concentrados en Navia y algunas mesas de Coia, a los obtenidos por Marea de Vigo en las locales de 2015. Esto hace suponer racionalmente que gran parte del voto obtenido por Marea fue el mismo que obtuvo Podemos en Vigo. Proyectando esta interpretación al 26 de Mayo cabe suponer que poco modificará el resultado la incorporación, más nominal que real, de un Podemos en horas bajas por no decir en liquidación. Por tanto, se quedaran probablemente, en una oscilación mínima en torno a los tres que ya tiene Marea.
Más difícil es pronosticar el resultado del PP en Vigo. Primero, porque ya se quedó en una expresión muy reducida en las pasadas municipales y jibarizarse más supondría una presencia testimonial o residual, difícil de contabilizar. Segundo, porque le acecha la posible concurrencia competitiva de Ciudadanos y Vox, aún no confirmadas, caso de presentarse.
Hace cuatro años se produjo la segunda mayoría absoluta en municipales en Vigo desde las primeras elecciones locales en 1979. La primera mayoría absoluta la protagonizó Manuel Pérez, del Partido Popular, en 1995, tras el conflicto de la empacadora en Teis, que le costó la Alcaldía a Carlos Príncipe. La segunda absoluta aun la estamos viviendo, fue en 2015, victoria arrolladora de Abel Caballero, con 17 munícipes. Esta, conjuntamente con la aludida, al comienzo, abstención, operaran como variable independiente o explicativa del resultado final. Y esto porque del acomodo o reacomodo del espacio que deje o no deje Abel Caballero dependerá la atribución, distribución o redistribución del resto. La mayoría de los pronósticos registran una tendencia alcista en la cotización electoral del alcalde Abel Caballero, que aquí rompe todas las tendencias del PSOE. Pero conviene contemplar alguna leve oscilación arriba, abajo, de su candidatura, siquiera para posibilitar un minimum de juego electoral. No obstante no queda comprometida su mayoría absoluta, con lo cual la próxima corporación conocerá dinámicas muy similares, salvo sorpresa.
En resumen, aquí se la juegan, sobre todo, PP y Marea de Vigo y sus respectivas cabezas de lista, que pueden ver sus dimisiones sobre la mesa el 27 de Mayo próximo, día siguiente de las votaciones.
Para Abel Caballero aun es tiempo de alfombra roja.