Evocación de los poetas simbolistas franceses, perorata sobre la relación borrascosa entre Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, digresiones o excursus sobre la homosexualidad, que de aquella parecía conducta transgresora. De qué?.Nos respondíamos, de la moral judeocristiana, ingenuamente convencidos, con un aire de autojustificación, a mi parecer actual. Eso de poner más énfasis en la biografía del autor que en su obra, que si éste abusará del alcohol, otro consumiera droguería o era homosexual o el pack al completo y si lo reflejaban en su obra una maravilla. En fin, la literaturas que viene de la vida y no de la literatura, otro tópico literario.
Walt Wihtman, sus Hojas de Hierba, muy presente en Oroza, la " beat generation", que si Kerouac, Howl ( Aullido) de Ginsberg. Las ediciones de Star Books de algunos de estos títulos y otros del llamado under o contracultura, donde pudimos abrevar nuestra curiosidad algún año antes. Cumplimentadas estas presentaciones matritenses me vengo a los ochentas en Vigo.
Ahora estamos en el Paraninfo del instituto Santa Irene. El Colegios Oficial de Doctores y Licenciados de Pontevedra, encabezado por el catedrático de filosofía Leonides de Carlos y Ardanaz, organiza unas veladas poéticas. Entre los participantes Carlos Oroza. Nunca antes lo había visto y escuchado sobre un escenario, en un recital, pero si había escuchado recitar en público, por ejemplo en Santiago, París o Madrid. Sorprendente, ni antes ni después igual ni tan siquiera igual a sí mismo, el poema hecho cuerpo, no el cuerpo en el poema, como hacen otros, que por nombrar creen tener un poema materialista.
Espectacular Oroza, felino, iba y venía por la sala del Paraninfo del Santa Irene con el poema en gesticulación casi acrobática, circense, acompañado de ritmos, atlético y ascético con físico enjuto, enérgico y energético. El poema no era leído, no había papeles, letra, era palabra, respiración pulmonar, exhalación viva como el mismo poeta, las imágenes eran música. La plasticidad de la palabra y la sonoridad, casi poco importaba lo que dijera, eras golpeado sin más.
A partir de ahí con el transcurrir de los años muchos encuentros y algunos paseos. Los encuentros grupales, fuera en El Capitán, de Jaime o El Eligió, sobre todo en el tiempo de Carlos, aquí en Vigo, o en El Derby en Santiago, en Pontevedra en las Carabelas, Casa Digna, por As Cobaceiras, o cualquier otro recanto.
Le gustaba el tendido de Sol, no el de Sombra en el paseo, me decía que estaba conectado. Se burlaba de los que él llamaba poetas profesores, decía de ellos que iban en fin de semana a comprarlo cien gramos de amargura para el poema.
Era un Antroido de los ochenta, Plaza de la Constitución de Vigo, Oroza debía dar el pregón inaugural, nos encontrábamos tomando unos vinos en su compañía, desde el balcón del que fuera consistorio se le reclamaba para el pregón. Oroza entre el gentío ignorando la llamada. Así era por aquéllos años. Además un poeta- rapsoda inmenso.
Probablemente la última vez que lo ví fue en unas Navidades como éstas, me encontraba en compañía de Gonzalo Álvarez García, delante del Carballo, junto Príncipe. Nos acercamos a saludarle, cruzamos unas palabras, Oroza con el cigarrillo en la mano, Gonzalo junto a él y les saqué una foto con el móvil. No hubo más. Para mí, de Madrid al Carballo, fin de trayecto.
Actualmente, todos sabemos de la existencia de una Fundación que lleva su nombre en nuestra ciudad viguesa, con una programación anual densa, variada y de calidad, timoneada por Xabier Romero. Carlos Oroza, un importante patrimonio y legado cultural de Vigo, que también se proyecta internacionalmente en unos Premios literarios con su nombre.Un renovado Vigo de vocación trasatlántica con aquellos barcos de pasaje del pasado siglo y ahora barcos imaginarios de versos, rimas y ritmos, versos de ida y vuelta. Oroza, Cabalum, esa manía tipográfica suya de edición horizontal del poema. Verso ancho, decía.